Como
no, hay personas que tienen ese don de servir y ejercen su labor a cabalidad.
Tal es el caso de nuestros Policías del Perú, PNP. Muchos de ellos van más allá
de realizar sus funciones de trabajo, haciendo labores de proyección social y educación a nuestra juventud para orientarlos
a ser ciudadanos de bien.
No obstante, dentro de la institución policial también existe gente de tal calaña, el peor de los peores, como los que cayeron en la semana, policías hasta del más alto rango integrantes de una gran banda (Los Babys de Oquendo).
Ya nos imaginamos la modalidad que usaron para llegar a vestirse el uniforme y de todos aquellos cómplices que tuvieron la responsabilidad de calificarlos para su ingreso y ascensos. Estos, con su mano sobre la Biblia juraron ante Dios y la patria para hacer de nuestros ángeles de la guarda; pero venían sirviendo a su padre Satanás: robando y matando a gente inocente (sicariato, extorsión y tráfico de terrenos).
Claro, no podemos generalizar, hay de los respetados y respetables, como indicamos al principio. Pero tampoco vamos decir que la captura de la gran banda en Lima es un caso aislado. No hace mucho, en uno de los distritos de nuestra provincia de Padre Abad, Irazola, cayeron 02 uniformados acusados de robarle a un humilde agricultor.
En otras ocasiones, seguro que habrás escuchado el alquiler que hacen de su arma reglamentaria a hampones dedicados al robo y sicariato. Esta realidad nos obliga a exigir al estado para que con sus órganos competentes continúen realizando labores de investigación exhaustiva a todo el personal policial desde la etapa del inicio de su carrera. Al primer indicio de irregularidad en el proceso, ubicar dentro de los sospechosos.
Del mismo modo, la ciudadanía tenemos el deber de denunciar ente el Ministerio Público a los actos incorrectos, tal conforme lo hizo el agricultor de Irazola que fue víctima de robo. Una vez comprobado sus delitos, las autoridades, sin dudarlo un segundo, aplicarles las penas máximas y la muerte civil que ya está establecido en las leyes.
No obstante, dentro de la institución policial también existe gente de tal calaña, el peor de los peores, como los que cayeron en la semana, policías hasta del más alto rango integrantes de una gran banda (Los Babys de Oquendo).
Ya nos imaginamos la modalidad que usaron para llegar a vestirse el uniforme y de todos aquellos cómplices que tuvieron la responsabilidad de calificarlos para su ingreso y ascensos. Estos, con su mano sobre la Biblia juraron ante Dios y la patria para hacer de nuestros ángeles de la guarda; pero venían sirviendo a su padre Satanás: robando y matando a gente inocente (sicariato, extorsión y tráfico de terrenos).
Claro, no podemos generalizar, hay de los respetados y respetables, como indicamos al principio. Pero tampoco vamos decir que la captura de la gran banda en Lima es un caso aislado. No hace mucho, en uno de los distritos de nuestra provincia de Padre Abad, Irazola, cayeron 02 uniformados acusados de robarle a un humilde agricultor.
En otras ocasiones, seguro que habrás escuchado el alquiler que hacen de su arma reglamentaria a hampones dedicados al robo y sicariato. Esta realidad nos obliga a exigir al estado para que con sus órganos competentes continúen realizando labores de investigación exhaustiva a todo el personal policial desde la etapa del inicio de su carrera. Al primer indicio de irregularidad en el proceso, ubicar dentro de los sospechosos.
Del mismo modo, la ciudadanía tenemos el deber de denunciar ente el Ministerio Público a los actos incorrectos, tal conforme lo hizo el agricultor de Irazola que fue víctima de robo. Una vez comprobado sus delitos, las autoridades, sin dudarlo un segundo, aplicarles las penas máximas y la muerte civil que ya está establecido en las leyes.
Escribe: Prof. Bilsán
Salazar Uzuriaga
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